En mi entrada sobre gamificación de proyectos que ya habían demostrado funcionar, un lector me propuso hablar de la gamificación dentro de la empresa y más concretamente de los retos que suponía. Estos dos asuntos están de hecho relacionados, al estar trabajando sobre estructuras preexistentes que pueden funcionar bien, aunque por motivos distintos. Como no quiero ahondar en el asunto en exceso, pues es uno de los temas más amplios que se podrían tratar, voy a daros un listado de los que, a mi entender, serían los principales problemas a los que se debe hacer frente a la hora de gamificar dentro de una empresa.
La barrera del idioma: en muchas, en demasiadas empresas se habla el idioma particular de “lo serio”. Trabajar es serio, es formal, es una actividad con la que no hay que hacer bromas ni jugar, porque te estás jugando el pan y los cuartos. Y, en cierta manera, es cierto, pero este reduccionismo nos lleva a una suerte de falacia que nos impide hablar con… seriedad, precisamente, de la introducción de mecanismos de juego en los procesos empresariales. Para saltar esta barrera, deberemos insistir en la eficacia, señalando las veces que sea necesario que una empresa busca resultados y que la gamificación, bien aplicada a su contexto, los da.
La corte de los faraones: el principal escollo que personalmente me he encontrado para gamificar en una empresa ha sido una estructura demasiado piramidal, en especial cuando es una pirámide rígida y los líderes (formales o informales) de la misma, imponían su criterio sobre cualquier otra consideración. Un proceso de gamificación puede ser más o menos suave, pero siempre supone la introducción de cambios y facilita la visibilidad de la estructura interna de las organizaciones para lograr objetivos mensurables y reales. Estas dos virtudes son más difíciles de aprovechar en estructuras de este estilo. La solución: introducir procesos de gamificación sencillos sobre aspectos concretos y no muy amplios de la estructura. Mostrar sus resultados al resto de departamentos / sectores / cargos puede iniciar un agradable contagio.
Evalúa tú, que a mí me da la risa: en las empresas, particularmente en las que tienen problemas, la evaluación de resultados está contaminada de confirmacionismo e imbuida de un miedo a mostrar los malos resultados, a veces hasta el punto de rechazar cualquier evaluación del rendimiento que no sea anecdótica o cuyo resultado positivo se conozca de antemano. Y, aunque conviene evitar el efecto nocebo, un análisis riguroso de la situación siempre es mejor que vivir en la ignorancia hasta el naufragio. Relacionado con el párrafo anterior, por las propias necesidades de nuestro método, un gamificador va a necesitar tener un diagnóstico lo más exacto que pueda para trabajar sobre la estructura preexistente, más que si se está realizando un team building, una evaluación de rendimiento o una sencilla charla motivacional. Son actividades en las que conocer la estructura es importante pero en una gamificación es imprescindible. Para lograrlo, deberemos abordar a los responsables como lo haría un médico que necesita saber de tus síntomas: con empatía, absoluta confidencialidad, objetividad…
Los invisibles: la charla de las once delante de la máquina expendedora, el grupo de WhatsApp para organizar la comida de navidad, las notas que te deja el compañero de despacho en la pantalla del ordenador, cuatro empleados de departamentos distintos que comparten coche para volver de la oficina… Todas estas acciones forman parte de la estructura “invisible” de la empresa y la psicología de las organizaciones nos dice desde hace décadas que eliminarlas sin más o ignorarlas es un error. Pero en mi experiencia he encontrado este tipo de mecanismos “ocultos” especialmente útiles en el caso de la gamificación: son un buen ejemplo de cómo algo con aspecto informal cumple una función formal y útil. Hablar lo más posible con todos los escalafones de la empresa te servirá para descubrirlos, analizar el papel que cumplen en el flujo de información y logro de objetivos e integrarlos en la gamificación si es necesario.
¡Continúo con mi reto! Decidme de qué tema queréis que hable en mi próxima entrada. Y como os veo perezosos, vuelvo a reducir el hueco. Estaré obligado a escribir sobre el tema que proponga el primero de vosotros, no importa lo loco que sea. ¿Qué os jugáis a que soy capaz?